Ella no podía distinguir, solo sentir. Abrazada en una marea de cuerpos y
fuego las posibilidades de pensar le eran nulas. Su boca estaba ocupada, un
vigoroso falo chocaba contra sus labios y ella sacaba su lengua para tocarlo,
detrás de si sentía como sus nalgas eran oprimidas por mas virilidades. Dos o
tres no lo sabría bien. Lo mas desquiciante era sentir la ágil lengua de una
joven de ojos color ámbar y cabello castaño que laboriosamente entregada,
sometía su sexualidad humedecida a un castigo atroz. Esa lengua la penetraba
como un hierro candente y cuanto mas la sentía menos podía pensar y mas sentir
y desear que cada espacio de su cuerpo fuera ocupado, repleto, saciado.
Los segundos, eran horas.
Un precioso y delicado elixir blanco se vertió en sus labios. Abundante,
se desparramaba mientras, entre la difusa marea de cuerpos aparecía una boca,
mujer quizá, que la besaba violentamente. El delicado néctar se mezclaba con
sus salivas mientras una mano le tomaba por la nuca. Sin poder controlar nada,
sus piernas eran separadas, la única lengua que incansable le encendía su
feminidad ahora se acompañaba por la masculinidad de un muchacho, que debido a
la lubricidad no perdonaba. La lengua continuaba y continuaba, inagotable ponía
su clítoris como un astro incandescente. El largo beso culminó formando un
delicado hilo blanco que separó su boca de la boca de la mujer que la besaba
mientras cómplice le sonreía.
Ahora su vientre estaba cubierto por cientos de perlas blancas,
calientes, deliciosas como su interior que palpitaba. No sabia cuantos orgasmos
ya había disfrutado, tampoco sabia si quería parar...no no quería. La tomaron
de las muñecas y se dejó llevar. Varias figuras cubiertas ahora con capas le
seguían. Eran hombres, puesto que entre los pliegues de la tela negra veía
asomarse sus penes erectos, tan duros que no podía pensar en otra cosa que el
deseo. Le pusieron un collar, ajustado y la dejaron recostarse sobre un rígido
y solemne potro de madera. Sus manos hacia adelante quedaban sujetas a correas
de cadena y cuero, sus tobillos también sujetos le dejaban casi nula movilidad.
Solo sus nalgas, expuestas y carnosas presentadas generosamente al publico se
mostraban en esplendor.
Las figuras fueron a ella, una por detrás tocó sus nalgas...ahora eran
todos hombres, o al menos eso podía ver. Un golpe suave de la palma de una mano
estremeció sus posaderas. El golpe se repitió y en su cadencia aumentaba la
intensidad. Los últimos fueron brutales, cargados de potencia, dejando un dulce
ardor en su piel. Luego de eso, ahora era una fina pero muy rígida vara la que
acariciaba sus nalgas. Las caricias se transformaron en golpes cortos pero
tremenda mente lacerantes. Fueron pocos pero fueron semejantes a lenguas de
fuego fustigando sin piedad alguna sus carnes. Un delicioso dolor le
estremecía, gemía y gritaba a cada golpe de su castigador pero jamas se hubiera
negado. El castigo era un hermoso don que ahora le otorgaban a ella y solo a
ella. Las figuras se masturbaban lenta pero ritmicamente a su alrededor mientras
el ultimo fustigazo de la vara dejo que pequeños hilos de sangre se escaparan
de su piel.
Ya no podía soportar, la habían llevado al limite. Se desconocía a si
misma, con la misma ignorancia con la que apreciaba Amos desconocidos que la
observaban mientras acariciaban a sus sumisas que jugueteaban con sus miembros
en una escena digna del Divino Marques. Las manos que momentos antes le habían azotado
ahora la tomaban con fuerza por las caderas. Algunas sumisas gateaban a ella,
podía sentir como se arrastraban para llegar detrás, y mientras las potentes
manos apartaban sus nalgas las chicas lamían y chupaban con devoción su ya de
por si ardiente sexualidad. Era obvio que la preparaban...quiso ver pero la
forma en la que estaba amarrada se lo ponía muy difícil. Mientras se mordía el
labio intentaba girar la cabeza y ver detrás suyo. Las manos apretaron con
fuerza esas nalgas heridas y se dio cuenta que las manos tenían garras, las
cuales lastimaban su piel mientras podía sentir como un dulce y palpitante
grosor la llenaba dentro de si. Penso que se rompería, gritó y giró la cabeza
solo para ver como detrás suyo una bestia enorme, la fornicaba incesantemente.
Un demencial macho cabrio, mezcla humano mezcla demonio la hacia suya una y
otra vez sin darle tregua. Gritó una vez mas y sintió una explosión dentro de
si, un torrente cálido que la desbordaba. Los Amos eyacularon complacidos. El
ritual de hoy estaba consumado.
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