-Mi espíritu anhelante esperaba tu llegada, noble caballero
y aunque no me conocías, aunque mi alma temía que tu sagrada esencia no me
fuera conocida, yo lo sabía-
Mi mente estaba ofuscada, nublada, perdida.
Acababa de matar a mi señor, su espesa sangre aun goteaba de
mi espada, chorreaba por mi rostro estupefacto, se filtraba, entremezclada con
mi sudor y mi temor.
Pero ella se encontraba allí, solemne como las diosas de
antaño, hermosa como el más eterno y sublime de los lirios del campo.
-Ven conmigo- me dijo
Y yo le obedecí, porque sentí que para este momento había
nacido.
Bajamos por la escalera y en una de sus paredes se
encontraba un pasaje oculto.
Tuvimos que arrastrarnos por un estrecho pasaje, metros y
metros de polvo, oscuridad e
incertidumbre, pero su mano se aferraba a la mía y en mi corazón sabia que
debía seguirla hasta el mismo infierno.
El pasaje que en sus primeros metros era muy estrecho, fue
ensanchándose poco a poco hasta desembocar en una salida. Estábamos en la
muralla exterior, pero muchos metros debajo, del lado norte de la fortaleza la
cual miraba a los inexpugnables acantilados que la defendían.
Escapamos cubiertos por las sombras de la noche, mientras
las llamas iluminaban la cumbre, devorando con malicia las torres del castillo.
Luego de alejarnos lo suficiente de la costa, nos adentramos a un bosque
frondoso.
Corrimos y corrimos en la oscuridad, entre senderos de aquel
anciano santuario y allí, a lo lejos en un pequeño claro bañado por la luz de
luna, una modesta cabaña.
Había perdido el sentido de todo, del tiempo, de las
distancias, incluso de quien era aquel ángel celestial que ahora me llevaba de
la mano ante las puertas de un modesto refugio, sin poder entender aun que
oscuro instinto me había empujado a matar a mi señor.
Entramos, el fuego crepitaba como una salamandra en la
estufa.
-Aquí estaremos seguros, al menos por esta noche, la guardia
tardara un tiempo en darse cuenta que estamos aquí.- me dijo ella, mientras sus
ojos me envolvían en un hechizo arcano y secreto, el hechizo mas poderoso de
todos. El amor.
-Aun no comprendo nada, mi lady… ¿quien sois vos y que
deseáis de mi?, que oscura fuerza domináis que me empujo a semejante crimen.-
-Mi noble señor, era vuestro destino- y mientras sus labios
me hablaban de los telares del tiempo, su cuerpo se aproximaba lentamente al
mío. Sus delicadas manos, desprendían los correajes de mi armadura, dejando
caer con lentitud cada una de sus piezas al suelo.
Me dejé llevar, porque fue inútil resistirme a semejante
asedio.
Ni toda mi fuerza, ni la mas poderosa destreza en combate me
habrían puesto a salvo de las garras de aquel mounstro llamado Deseo, que me
tomaba dulcemente y me trasportaba hasta el infinito, consumido en sus labios
de fuego los cuales devoraban mi piel, palmo a palmo, gemido tras gemido en
aquel eterno ritual de consumación.
Era un sueño en un sueño, y entre sus brazos, sus caricias y
su embriagante amor, caí desvanecido entre las sabanas de nuestro lecho, sumido
en el sueño eterno del amor.
Fin de la segunda parte.
Griel
Fin de la segunda parte.
Griel
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