25 de enero de 2012

Historias de Antaño Parte I: Castillo Oscuro



La sangre brotaba a mares, la veía correr entremezclada con el agua y el lodo.
Un relámpago ilumino el cielo y vi sus ojos, lo había travesado con la hoja de mi espada segundos antes de que el golpe de su hacha me cortara el cuello…

Mi ropa estaba sucia, mezcla de sudor frío, mezcla de días y días de marcha contra el viento, pero al fin….habíamos logrado llegar.
El castillo coronaba la parte más alta de un cerro, habíamos perdido muchos hombres en el trayecto, las embocadas habían sido numerosas….pero el príncipe deseaba no solo ese pedazo de piedra estéril y el oro que sus arcas encerraban….dentro de aquella fortaleza inexpugnable había otras riquezas a sus venerables ojos.
La belleza de la hija del hombre que gobernaba aquella región era grande.
Se dice que cientos de nobles habían pretendido su mano, adornándola con las más hermosas joyas, cumpliendo todos sus caprichos, pero nada podía complacer a tan refinada dama.
Nuestro Señor, la había deseado por años, después de mucho cortejarla, incluso prometió tierras de otras conquistas a su padre a cambio de la mano de su hija, pero nada conseguía que vuestras mercedes se doblegaran a su voluntad.
Así que marchamos a la guerra.

Tres largos días y sus interminables noches de sitio.
Nuestros hombres caían muertos a los pies de la muralla, el aceite hirviendo y las flechas arrasaban toda alma que intentara siquiera tocar las salientes del cerro para llegar. Luchamos y luchamos, palmo a palmo, embestida tras embestida para que sus puertas cayeran.
Y sabe el cielo que la puerta se estremeció.
Cabalgue entre mis hombres, gritando para ponerlos en formación.
Las piedras volaban y los gritos de dolor se escuchaban por doquier.
-¡Firmeza señores! ¡Que esto no es un baile de aldea! ¡Avanzad!!- mi voz cruzo la plaza principal de la fortaleza mientras cientos de hombres salían a nuestro encuentro.
Las fuerzas chocaron, como el agua de un río que desborda, la violencia me embriagaba. Mi señor se abría paso un poco mas detrás, buscaba un hueco para llegar al fortín principal, su mirada cargada de odio y lascivia era visible desde cualquier lado.
-¡A Nuestro Señor! ¡Por honor y por gloria! ¡Abridle paso!
Los defensores se desparramaban muertos, mientras nuestros arqueros terminaban con el resto de los que se disgregaban en las murallas.
Entramos al salón principal, mis dos hombres de confianza, mi Señor y yo.
Del otro lado, un grupo de soldados de elite.
Eran unos diez o doce, armados con pesadas corazas. Los labrados en sus pechos eran una torre enarbolada por dos águilas. Armados con espadas largas y grandes escudos salieron a nuestro encuentro.
Las hojas de nuestras espadas danzaban, mientras las chispas revoloteaban y los gritos nos envolvían.
De pronto, algo sucedió….mientras mi espada desgarraba el brazo de uno de mis oponentes, a mi derecha claramente, entre un largo cortinaje color púrpura, una pálida y delicada mano que se asomaba tímidamente.
Me separe del resto, mientras los gritos y los golpes se sucedían. Camine hacia la cortina de un violento golpe la arranque de su lugar.
Detrás, había un pasillo y sombras que se movían al final.
Sin pensarlo dos veces, fui detrás de ellos.
El pasillo al llegar al final subía por una larga escalera de caracol.
Subí y subí, el sudor me corría por debajo de la armadura, que parecía cada vez mas pesada a medida que trepaba a largas zancadas cada uno de los escalones. Mi espada firme en las manos, tenia que avanzar.
Al final una pesada puerta de madera, la abrí lentamente y detrás una pequeña habitación. Las llamas crispaban en la estufa, algunos libros en los aparadores y una enorme cama rodeada de tules de colores.
Di dos pasos, tres, cuatro.
-Por fin, te estaba esperando- una delicada voz lleno de dulce sonoridad el aire.
-¡Y yo a ti, hermosura!, ¡ahora me perteneces!- la ronca voz salio detrás de mi, jamás lo había escuchado, mi Señor, me había seguido en el fragor del combate y mis nervios no me habían dejado escuchar sus pasos por detrás de mi.
-Silencio bestia despreciable- pronuncio la delicada voz de la dama, a quien aun no habíamos podido ver claramente, pues se encontraba de pie a contra luz de la hoguera, que era lo único que iluminaba la pequeña habitación.
-Tú puedes volver con tus inmundos perros y largarte….es a El a quien yo esperaba- dijo ella.
-¿El? ¡Tu que demonios sabes! ¡Tu eres mía!-
De golpe sentí un frío que recorrió mi piel y un fuego helado embargo mi corazón.
Mis sentidos estaban dispersos, mi vista nublada…solo vi dos ojos color ámbar que brillaban entre la oscuridad.
Apreté mi puño, la espada estaba firme y sin saber aun como, de un giro me di vuelta y decapite de un solo golpe a mi Señor.
Aun recuerdo su pálida expresión mezcla de sorpresa, mezcla de terror cuando la hoja desgarro su yugular y me empapó en su espesa sangre.
Su cuerpo cayó pesadamente contra el suelo, la cabeza rodó escasos metros de mí.
-Ahora si, querido mío, podremos charlar con mayor tranquilidad….ponte cómodo, va a ser una larga noche-


Fin de la primera parte.

Griel

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