25 de enero de 2012

Transmigración





Te amé cuando la gran ciudad de plata se hundía
majestuosa en el gran mar.
Luego volví a amarte, abrazados por el sol
cuando nuestros hijos, erigían los sagrados templos
junto al gran río.

Volvimos a vernos, en la patria de Atenea
cuando la filosofía se gestaba ante nuestros ojos.
Roma nos vio amarnos otra vez lujuriosa
bañada en la ambición de los cesares.

El mesías recorría la tierra
y nuestros cuerpos, nuestras lenguas
se recorrían mutuamente
en algún lugar del vasto imperio.

Ni aun en la Edad Oscura pudimos escapar
al circulo maldito, de encontrarnos siempre.
Como hermano, amigo u amante

Las hogueras encendidas, nuestros cuerpos también
escapando del Averno, de la voluptuosidad del ser.
Intentando encontrarnos, sin saber un porque.

La cristiandad se expandía,
como un fuego sagrado
Nuevos mundos eran hallados
testigos de un nuevo ser.

Las grandes guerras nos golpearon,
morir y volver a vivir.
Otras hogueras se encendieron
y entre libros, nuestro amor volvió a vivir.

El padre tiempo implacable,
ahogados en una espiral
de amor y odio,
reencarnados en una atracción fatal.

Miseria y dicha es lo que tendrás
por tus servicios a la eternidad
viajero del tiempo, testigo fugaz
de miles de vidas que no volverán.

¿Y al final del camino
la Ascensión vendrá
o el abismo, que mas da?
¡Vive y muere, busca la verdad!.

Griel 

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